
Sustento teórico
El origen cesariano del Cristianismo es una nueva y controvertida teoría que postula que el Cristo histórico fue Julio César y que el Cristianismo primitivo se desarrolló a partir del culto imperial romano a Divus Iulius. Su marco fue desarrollado en las dos últimas décadas del siglo XX por el lingüista y filósofo italiano Francesco Carotta. Después de unas publicaciones preliminares, la investigación de Carotta fue publicada primero en el libro alemán War Jesus Caesar? (1999) y en un artículo científico en Quaderni di Storia (2003). En los años siguientes su libro fue traducido al holandés y al inglés. La teoría fue revisada y ampliada para la segunda edición alemana de 2009, que ha sido también traducida al español.
Descripción Hasta hoy, la visión moderna común del Cristo histórico como un predicador judío itinerante, que se derivó originalmente de la fallida aplicación del método histórico a las fuentes cristianas primarias, ha permanecido como una hipótesis infalible e inverificable, porque no hay fuentes históricas independientes fuera de duda científica de la existencia de esta persona hipotética, que es comúnmente referida como “Jesús de Nazareth”. A pesar de la notable ahistoricidad de Jesús, la mayoría de los estudiosos ha señalado tanto la inmediatez biográfica y la urgencia histórica de los escritos de los evangelistas, como la rápida y ubicua propagación del Cristianismo naciente dentro del Imperio Romano, todo lo cual es inconcebible sin sucesos reales, personas reales y un autor histórico en el origen de la narrativa del Evangelio y de la religión cristiana. Sin embargo, los datos biográficos críticamente destilados en el Cristo histórico que es propuesto comúnmente, rara vez llenan más que unas pocas páginas en las publicaciones científicas.
Descripción categórica La teoría del origen cesariano del Cristianismo rompe con esta visión especulativa y ahistórica -aunque persistente- de Jesucristo, produciendo un marco histórico reubicado y susceptible de resistir comprobaciones y pruebas, basado en una extensa y expuesta investigación empírica de las fuentes disponibles, fortalecida con la evidencia que aportan otros campos de estudio. En su calidad de teoría unificada se armoniza naturalmente con gran parte de la investigación preexistente sobre el contexto grecorromano del Cristianismo primitivo, pero va más allá y concluye con una nueva solución fundamental y elemental: una relación directa e inmediata entre los dos fenómenos religiosos. Debido a la gran extensión de textos del Cristianismo primitivo, la teoría depende en primer lugar del análisis de la más antigua fuente cristiana conocida. Por tanto, no solamente deja espacio para una gran cantidad de estudios futuros, correcciones y cambios, sino que también predice ulteriores correlaciones y observaciones. Un ejemplo es la evidencia que puede corroborar la admisibilidad de la conclusión de Carotta del Evangelio como una transposición diegética, encontrada al remontar las transposiciones del Evangelio -desde Cristo hasta César- que hicieron los autores romanos, lo que prueba la existencia de este mecanismo escritural en la antigüedad cristiana.
Resumen En el núcleo de la investigación de Francesco Carotta subyace una detallada comparación filológica sinóptica entre el más antiguo Evangelio de Marcos y las antiguas fuentes sobre los últimos años de Julio César durante la Gran Guerra Civil Romana, especialmente los textos de Apiano, Plutarco y Suetonio, que dependen en alguna medida de las Historiae de Asinio Polión, lo que constituye el Ur-Evangelio latino, la primera base textual de los evangelios sinópticos. Esta sinopsis romano-cristiana extendida es enriquecida a través de comparaciones basadas tanto en las fuentes arqueológicas y en las tradiciones rituales y litúrgicas como en la iconografía. Carotta ha concluido que los múltiples paralelismos y similitudes entre las vidas y cultos de César y Cristo y entre las respectivas fuentes primarias se explican mejor formulando la teoría de que Jesucristo es Divus Iulius, el deificado Julio César, tal y como él ha sido transmitido a través de la historia.
Según esta teoría, habría tenido lugar una transformación cultural y escritural desde la Antigua Roma a Jerusalén, y la narrativa del Evangelio, su geografía, estructura dramática y personajes no estarían intensificados con una aproximación cesariana antitéticamente mimética, ni fabricados como una amalgama puramente mitológica, sino que se habrían formado como un recuento directamente dependiente, aunque corrupto, de la Gran Guerra Civil Romana –desde que César cruzara el Rubicón hasta su asesinato, funeral y resurrección, en paralelo con el ministerio de Jesús: desde el Jordán hasta su captura, crucifixión y resurrección.
Siguiendo la terminología de Gérard Genette, la mutación textual y la deslocalización ocurrieron por transposición diegética, un proceso caracterizado por la inclinación al error, por copiar equivocaciones, tergiversaciones, malas interpretaciones, adaptaciones y redacciones en diferentes contextos culturales para distintos propósitos políticos, que produjeron la gran cantidad de literatura cristiana divergente, entre ella los evangelios canónicos. La final metamorfosis cristiana de la nueva religión, que reinterpretaría el culto imperial juliano de fundación de acuerdo a la nueva ideología teopolítica flavia, con especial atención en la antigua Palestina romana, fue inducido bajo el emperador Vespasiano y su historiador Flavio Josefo, cuya vita proveyó los cimientos para la hagiografía del Apóstol Pablo en Actas II. La deidad Jesucristo es por tanto el Divus Iulius de los Flavios, y Jesús existió históricamente como Cayo Julio César.